domingo, 28 de diciembre de 2014

Por qué la vida se ensañó conmigo? Dios me abandonó?


Esa parece ser una pregunta que de vez en cuando hacemos, sobretodo en nuestros momentos de vulnerabilidad.  Si eres creyente, te enojas con Dios… si no lo eres, le pides explicaciones a la vida… en todo caso nos sentimos con el derecho de exigir una explicación por tan injusta situación que ha venido a revolcarlo todo…. Un amor que se va sin un  lógico adiós, ese  ser querido que nos dejó para siempre, ese negocio en que por años invertimos nuestro tiempo, esfuerzo, dinero, esa quiebra, la despedida sin imaginarlo de nuestro trabajo, esa enfermedad repentina que parece haberse incubado para mortificar no solo a nuestro cuerpo sino  para debilitar a nuestro espíritu; la vejez que toco nuestra puerta para plantarse y seguir por toda nuestra estancia; la pérdida del bebe que tanto pedimos para bendecir nuestro hogar…. Tantas cosas y situaciones que desacomodan nuestra normalidad para sacar lo peor de nosotros… Si, por que es en estos momentos, cuando el dolor está tomando protagonismo, donde demostramos quienes somos realmente.  Lo primero que sucede es que tratamos de sobreponernos por nuestros propios medios o algunos externos a los que tenemos acceso.  Pasamos desde tratamientos médicos hasta llamar a cuanto contacto tenemos en nuestro teléfono tratando de encontrar una respuesta adecuada, algo que nos diga que está sucediendo y por qué.  Pero nada pasa, el dolor continúa, las respuestas no alivian nuestra situación y lo que hacemos por mejorarla no funciona.

 Rendidos y si Dios ha tocado alguna vez nuestra puerta, volvemos a Él, a pedirle consuelo, a reclamarle, a tendernos antes sus pies para reconocer que solos nada podemos hacer.  En esos momentos, se establece una relación milagrosa entre nosotros y un Padre amoroso que siempre tiene lo mejor para nosotros, inclusive pasando por el dolor, la enfermedad y la soledad.  No nos fijamos que muchas de esas situaciones lo único que están haciendo es acercándonos a nuestro Dios, padre amoroso que espera pacientemente para que le miremos y podamos caminar de acuerdo a sus preceptos, para prepararnos a una eternidad con El.    Ese tipo de situaciones que no entendemos, son bendiciones disfrazadas de dolor y tristeza, pero cuando llega la calma, nos podemos dar cuenta del valioso regalo que estábamos recibiendo, si, en medio de tanto dolor. 

Lo más lógico en esos momentos es que pidamos porque todo termine rápido, que pase, que ya no duela más… pero si analizamos bien, es en esos instantes cuando más cerca estamos de nuestro Padre y de sus preciosas bendiciones.  Los que somos padres, sabemos que cuando nuestros pequeños están enfermos, es cuando más cerca nos tienen, tratando de evitarles ese dolor por cualquier medio, y sabiendo que muchas de esas etapas de enfermedad solo les hará mas fuerte su sistema inmunológico. 

Pensar que Dios se apartó de nosotros es incorrecto; El está más cercano a nosotros que nunca antes; son cosas que pasaran, y no están ajenas a la voluntad de Dios.  Por eso, cada vez que pidamos algo a Dios, deberíamos hacerlo como Jesús lo hizo, pidiendo porque no sea nuestra voluntad sino la suya la que se haga.  Poca fe contiene una oración como esas? Claro que no!   Jesús oro en esa forma, pidió le fuera quitada esa situación que vendría, pero que se cumpliera primero la voluntad de Su Padre.  Cuanta confianza existe en esa petición.  Pedir las bendiciones que nosotros queremos, está bien, pero sería de más provecho si pidiéramos las que el Padre tiene para nosotros: aquellas que no añaden tristeza y que son para siempre.    Por eso, cuando miremos alrededor y pareciera que todos tienen tantas bendiciones, tanta prosperidad y felicidad, no nos detengamos a preguntar porque ellos si y yo no… No sabemos de qué forma el Señor está bendiciendo tu vida… así sea en medio de duras pruebas.  Con razón la palabra dice que es preferible que lleguemos cojos o ciegos al cielo y no enteros a una vida en el infierno.  Nada que provenga de Dios podrá ser malo, Porque Él no lo es.  Las bendiciones pueden estar revestidas de muchos colores y matices, y no son como nosotros las pensamos muchas veces.  Lo material perece, la salud se acaba, el dinero no lo es todo, la fama es efímera… de no ser así, no hubiese tanto famoso suicidado, tanto rico postrado, tanto poderoso  infeliz… Que es lo que necesitamos para alcanzar esos deseos del corazón?  Sintonizarlos con las bendiciones que Dios tiene para nosotros.  De El esperemos  lo mejor y eso es lo que vendrá… lo necesario para vivir bien en esta vida y en la venidera.  Fijarnos en cada bendición que ya se nos ha sido dada: la buena salud, el contentamiento, la prosperidad económica, la inteligencia, la espiritualidad…   Cada vez que estemos triste por algo, demos gracias por lo que ya tenemos y porque muchos de aquellos que tienen lo que nosotros queremos, no tienen el don precioso de la salvación y la vida eterna.  No nos confundamos.  Miremos detrás de la realidad y del aparente infortunio…. Dios está detrás de cada situación para nuestro crecimiento y desarrollo. 







No hay comentarios.:

Publicar un comentario